25 ago 2015

Políticos en corredurías

Por: Gustavo Munera Bohorquez

Como abejas alrededor del panal andan los políticos en estos días de campaña; sus promesas zumban a toda hora sin reparar ninguno en que las mismas son repetitivas y sin fundamento, cuando no engaños las más de las veces. Pocos son serios y no aspiran a otra cosa que poner al servicio público sus talentos e imaginación, de modo que se encuentren soluciones innovadoras a los problemas sociales esenciales y que no deben seguir durmiendo el sueño de la indolencia. Hoy hace falta más que una bola de cristal para localizar a ese puñado de fulanos desinteresados y probos. El esquema electoral de Colombia permeado a riadas por dineros oscuros estrangula su surgimiento. 
Hubo una época dorada de los dirigentes sociales del país cuando grupos de ciudadanos visitaban a quienes a su entender mejor interpretaban las necesidades de sus regiones y ciudades. Le encarecían o suplicaban si era del caso que desatendieran sus asuntos y se volcaran a la representación política. Claro que fueron mejores tiempos. Lo sé en primera persona porque mi abuelo paterno, historiador, escritor y concejal de Cartagena, fue llevado al senado de la República por ese método. Él había desarrollado una actividad edilicia destacada como fue crear el impuesto del centavo con que se pavimentaron las calles del centro de la ciudad y había sido cofundador de la Academia de Historia de Cartagena. Eran los tiempos en que estos políticos tenían de contertulios lo más granado de la intelectualidad del país. ¡Cómo cambian los tiempos y solamente queda el recuerdo! Cuánta razón hay en la canción de Poncho Zuleta Los tiempos cambian.


Carlos Gaviria Díaz vivió intrigado sobre en qué tiempo estudiaban aquellos personajes que antes de los veinte años de edad son concejales, a los 25 diputados y sin cumplir los treinta están en el Congreso nacional. Por supuesto, carecen de estudios especializados aplicables a resolver las patologías sociales de la nación. Quien considere desatinado establecer edades mínimas para aspirar en política y a cada cargo, de 35 años para ser concejal o diputado y 50 para ser senadores o representantes, debe recordar que a Roma imperial la hizo grande el ejército y un riguroso camino estatuido para hacer carrera política. Primero debían servir diez años en la milicia y luego empezar por el puesto más bajo de la línea política hasta el senado, el de cuestor, lo que tomaba al menos otro decenio. Si se tiene en cuenta que el servicio militar se prestaba cuando se cumplían 15 años, solo se empezaba a ser político a los 35 años y para entonces la expectativa de vida era de 50 años, con lo que solo podía ser político unos diez años. Muchos filipichines no ocuparían esas dignidades, cuya mejor carta de presentación es un selfie.

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