1 feb 2015

CUANDO ELENA TAPABA LA TINA

Por: Gustavo Múnera Bohórquez



Qué tiempos aquellos por buenos cuando “el enano bebía” y “Elena tapaba la tina”, según rezaba el libro en que muchas generaciones aprendimos a leer. Era la cartilla Alegría de leer, donde  conocimos las primeras letras y que el cartagüeño Juan Evangelista Quintana Rentería y su esposa Susana Vinasco publicaron en 1930. Hasta Gabriel García Márquez, se tuvo por el libro más vendido en Colombia, suponiéndose que circuló un millón de ejemplares. Se trata de una de las obras de mayor recordación en el país, de la mano del álgebra de Baldor y el Almanaque Bristol.

El guayabo por los gastos de fin de año se prolonga y agudiza en los colombianos por los costos de la educación, sobre todo si ésta es privada. No hay racionalidad en que una lista de cachivaches para aprender a leer y escribir cueste 600.000 pesos o más, según sea de pizpireto el colegio. Desde luego, no están incluidos colgandejos electrónicos, ni artilugios con los que se aprenderá lo que sea como por ensalmo y artículos de aseo que cubrirían las necesidades de los directivos del centro.

El atraso en educación apenas se intenta acortar y por ello no extrañan los puestos de vergüenza que ocupan los estudiantes colombianos en las pruebas de conocimiento y habilidades tecnológicas. La brecha no se subsana con libros costosos y utensilios electrónicos fuera de consideración. Lo básico es enseñar a leer y comprender lo leído, así como a escribir correctamente. Recuerdo cuando mi padre regresó de México donde adelantó un curso de los varios que hizo en su vida. Trajo unas cartillas de educación primaria que eran entregadas por el Estado y de obligatorio uso en ese país. Hablamos de 1967, poco más o menos.

Para mayor burla a los sufrientes padres y madres, ahora las editoriales –en compinche con los rectores de colegios- hacen que los libros de un año no sirvan el entrante ni para el papel de la familia. Adoptan una trampa que debería darles pena: las tareas deben realizarse sobre el mismo texto, con lo que éstos quedan inservibles para que toda una prole pueda estudiar en ellos. Tramposos porque cualquier ejercicio se puede realizar en hojas sueltas. Pero, si así se hace pierden la mordida.

En suma, debe montarse un gobierno que evite robar en educación, porque ello, además de ser pecado, es un delito de lesa patria. Alguien habrá dimensionado el dolor de una familia al ver inutilizados los libros de su hijo mayor y que ahora se deben comprar de nuevo y en las librerías indicadas por los colegios, cuando no a ellos mismos. Hay que volver a las cartillas que enseñaban por compresión global de los textos, como en la Alegría de leer. Urgente: Elena debe volver a tapar la tina.

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